MONTES NO VISIBLES
Ciclo Latinoamericano de Arte Joven
Curado y dirigido por Natalia Sosa Molina | Coordinado por Víctor López Zumelzu.
¿Cómo podría el entorno en el que vivimos afectar nuestro pensamiento y nuestro deseo de una vida diferente? ¿Cómo encontrar las formas correctas de vivir juntxs? ¿cómo dar una estructura a esas imágenes, palabras y conceptos que aún no tienen una traducción a lo visible? ¿Hacia qué lugar desconocido proyectamos estos anhelos?. Estas preguntas son el punto de partida de cualquier pensamiento estético o crítico que nos habla del ansia de cómo transformar al deseo mismo en algo que sea materialmente perceptible aunque solo sea un segundo. ¿Cómo transformar el deseo en algo que podamos tocar, escuchar, oler y que de alguna forma tenga una fluidez capaz de atravesarnos y cuestionarnos a todos como una experiencia estética?. Los ejes curatoriales que cruzan este ciclo que llamamos “Montes no visibles” han partido de preguntas que movilizan el deseo y ponen su acento sobre el imaginario colectivo que aún no ha sido mercantilizado y en las nociones de cómo los ecosistemas no visibles, que no tienen un contacto directo con nosotros, se desarrollan, organizan, y crean redes de comunicación que permiten el trabajo relacional de todos sus individuos.
Hoy, el deseo se canaliza en otras vertientes que se alejan de las formas armónicas de cómo convivir mejor juntos y se instrumentaliza en abusos, linchamientos, post verdades y diferentes formas de manipulación política y mediática. A cada segundo estamos corriendo por las obligaciones del trabajo, a cada segundo pensamos en estructurar situaciones que no tienen una estructura fija, todo eso a velocidades que no permiten una distancia y una reflexión, y que significan la disolución del deseo en nuestros cuerpos y en nuestras potencias. Si bien todo nos dice que nuestras formas de vivir nos van a llevar a la extinción, que nuestro deseo ha sido homogeneizado y mercantilizado de tal manera que nuestra imaginación está agotada, esto no basta para generar redes de emancipación. Tendríamos que crear nuevos escenarios, nuevas formas de imaginación y principalmente encontrar sistemas fluidos de deseos que nos muestren otras coordenadas de libertad, o como diría la crítica cultural Nelly Richards “tendremos que hacer reaparecer el deseo en medio de la necesidad”.
Para este ciclo pensamos mucho en los ecosistemas submarinos que crecen en medio de montañas sumergidas que nadie ve, en un punto quisimos pensar la visibilidad como una potencia restrictiva de la institucionalidad, por eso queremos generar en este ciclo imaginarios que todavía no estén institucionalizados y que no responden necesariamente a la noción de mercado artístico, sino a una forma de pensar vinculada a una reflexión sobre un tiempo y una praxis; o sea dar visibilidad a imaginarios que están fuera de lo estable y que proponen otras formas de entender la producción más ligadas a la investigación material de estrategias de cómo enfrentar nuestro tiempo en crisis. Un tiempo que necesita ser desandado (en el arte) para generar otras formas de percepción, dislocación e incluso configuraciones disciplinarias nuevas. Para poder ver estos ecosistemas nuevos es necesario sumergirse y escalar montañas submarinas hacia abajo, cambiando el curso del tiempo a un ritmo lento, y cambiando nuestras estrategias corporales, para adaptarnos como lo harían los anfibios a distintos mundos.
El MACBA funciona como ecosistema-refugio de todos estos imaginarios no institucionalizados, la idea es poder compartir visiones artísticas nuevas que se traduzcan en posteriores reflexiones e investigaciones sobre la práctica artística contemporánea en América Latina, y a la vez dar cuenta de diferentes imaginarios que se materializan en diferentes lenguajes como video, performance, proyección sonora e instalación, y que dan al espacio a múltiples preguntas en formas de comunión y convivencia como si de distintas especies se tratara, como si el espacio institucional se abriera a ser un ecosistema vivo que potencie el pensamiento estético y las subjetividades otras que lo habitan.
Estas obras dialogarán con el espectador desde un lugar lleno de ideas y nos mostrarán las potencialidades de pensar bajo diferentes mundos la subjetividad contemporánea, dando prioridad al pensamiento fluido, a la suspensión de la gravedad, que significa estar sumergido en el agua, a pensar en el constante vaivén de las mareas que apelan desde su visión joven a la disolución de los géneros y el pensamiento binario.
Movidas ante la emergencia climática y la amenaza de la extinción, los artistas y obras destacan en el ciclo por transcender el ámbito del sexo y la identidad individual, así como las fronteras entre lo digital, lo físico y lo biológico, encontrando en la hibridación ejemplos de alianza, sostenibilidad y respeto hacia la vida y los ecosistemas que la integran.
Desde este lugar crítico, el ciclo Mirar montes no visibles, se suma a este flujo de cambio a través de un recorrido por la figura del híbrido, por su esencia de metamorfosis, por su naturaleza ambigua y mutante, por el temblor de sus fases, tan inesperadas como inciertas, por la belleza de su temporalidad y las capacidades que sus diferentes transformaciones generan entre lo humano y lo post humano, el misticismo y la ciencia, el arte y la artesanía, lo diverso y lo abyecto o lo clásico y lo viral.
Respecto a las disciplinas artísticas, en el ciclo Mirar montes no visibles asistimos a cómo las etiquetas, que tradicionalmente establecen categorías mayores y menores en las artes, se ponen en cuestión. La performance, la escultura, la pintura, el video, la artesanía, la instalación se difuminan en una clara estratégia por dotar de relaciones más inclusivas a la creación contemporánea, pero también a sus posibilidades, a través de la confección de obras que se abren a la interacción de sentidos como el olfato o el tacto, o permiten que otros seres vivos habiten los espacios museísticos.